Cada día, en mi dosis de evangelio, percibo que Jesús vino a predicar y obró muchos milagros. Ante tamaña evidencia, todos le hubieran seguido y se hubieran salvado. Pero -quizá te hayas preguntado alguna vez-: ¿por qué es que no todos en su tiempo recibieron su palabra?, ¿por qué hubo muchos indiferentes a sus requerimientos, incluso algunos le traicionaron? Con su poder -quién mejor- hubiera podido obrar la salvación de todos.
Hoy he leído unas palabras aclaradoras, al respecto: "En sus manos está la posibilidad de que todos caigan rendidos a sus pies, porque ninguna criatura puede resistirse a su poder; pero entonces no respetaría la libertad que Él mismo nos ha concedido. Dios no quiere vencer por la fuerza, sino convencer por el amor, contando con la colaboración libre y entusiasta de otras criaturas, sin pasar por alto que al Maestro le interesan las multitudes, las personas, los desorientados como ovejas sin dueño. No quiere imponer despóticamente su Verdad, pero tampoco se queda indiferente ante la ignorancia de las personas o las desviaciones morales; y por eso, de la boca del buen padre de familia que invita al banquete, brota la indicación: sal a los camino y a los cercados, y obliga a entrar, para que se llene mi casa (Lc 14,23): compelle intrare!"
¿Te das cuenta que necesita de ti?
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