martes, 11 de junio de 2013

Historias que te hacen pensar (I)

     Intentaré, en la medida que me lleguen y en lo posible, poner algunas historias en el blog, cuya lectura pueda ayudarnos. No pondré comentarios. Hoy comienzo con ésta del Rosario.
     Había una señora muy sencilla que vendía verduras en los barrios. Como era conocida por todos, fue a vender sus verduras a casa de un protestante y perdió su Rosario en el jardín de la casa.
     Pasados algunos días, volvió nuevamente a aquella casa a fin de ver si encontraba ahí su querido Rosario. El protestante la vio y le dijo en tono sarcástico:
     ¿Has perdido a tu Dios?
     Ella humildemente respondió:
     Yo, ¿perder a mi Dios? ¡Nunca!
     El protestante tomó el Rosario y dijo:
     ¿Éste no es tu Dios? A lo que ella respondió:
     Gracias a Dios que encontró mi Rosario. Muchas gracias.
     Y él le dijo:
     ¿Por qué no cambias esa cadena de semillas baratas por la Biblia?
     A lo que ella le dijo:
     Porque la Biblia no la sé leer, y con el Rosario yo medito toda la Palabra de Dios y la guardo en mi corazón. Él le pregunta:
     ¿Medita la palabra de Dios? ¿Cómo es eso? ¿Me lo puede explicar?
     Primero, tomo la cruz, y recuerdo que el Hijo de Dios dio toda su sangre clavado en una cruz para salvar a la humanidad. Esta primera cuenta gruesa, me recuerda que hay un Dios Todopoderoso. Estas tres cuentas pequeñas representan las Tres Personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta otra cuenta gruesa me recuerda la oración que el mismo Jesús, nuestro Señor, nos enseñó: el Padre Nuestro.
     El Rosario tiene 5 misterios que me recuerdan las 5 llagas de Jesucristo clavado en la cruz, y en cada misterio rezamos 10 Avemarías, que me recuerdan los Diez Mandamientos que Dios mismo entregó a Moisés.
     De mañana, cuando me levanto para iniciar la lucha del día rezo los gozosos, pensando en los pobres y en la sencilla y humilde vida de Jesús, María y José. Al mediodía, en medio de mi gran cansancio, mi fatiga por el trabajo, pensando en lo que me falta para terminar
el día y poder descansar, rezo los misterios dolorosos, que me recuerdan la dura caminata de mi Señor Jesucristo hacia el Calvario, con tanto dolor y tanto cansancio. Cuando llega el fin del día, con los retos superados y las metas cumplidas, rezo los misterios gloriosos, que me recuerdan que Jesús venció a la muerte por amor, para traer la salvación a toda la humanidad.
     Ahora, dígame usted, ¿Dónde está la idolatría?
     El protestante, después de escuchar todo esto, simplemente dijo:

     Yo no sabía todo eso. ¡Por favor, enséñame a rezar el Rosario!

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