miércoles, 14 de mayo de 2014

La Providencia de Dios hoy

Rut y Noemí. Su historia nos enseña que Dios nunca desampara a sus hijos.
     Hoy me levanté a una hora prudente para un día de trabajo. Después del aseo personal, tratando ya de tener muy presente a Dios, le dediqué a Dios un buen rato para conversar con él. Tenía mi vida como muy de frente, en la presencia de Dios. Fue una conversación íntima, real…
      Después de desayunar me dediqué a dar mis clases sobre Biblia, en el Seminario de La Asunción. Esta vez expliqué el libro de Rut. De entre las muchas lecciones y notas que se hacen en su estudio, una de líneas teológicas del libro que me encantó es la de la Providencia Divina que vela por el cuidado de los más desfavorecidos. Pero, comparándolo, veíamos mis alumnos y yo que Dios ya no actúa en ese entonces como en época más antigua, cuando hacía notar su poder con milagros y portentos. Ya en la época posterior, al menos en la del autor, Dios actúa de forma más callada, humilde, casi de manera imperceptible, pero siempre activamente.
     Dios actúa ahora de esta manera. Lo vi en el muchacho que me atendió hoy en la gasolinera —que, al comentarle que en ese lugar él me parecía “nuevo”, me contó que  hoy era su primer día y que estaba de prueba; le deseé que pueda conseguir ese trabajo—; en el dependiente que me atendió muy deferentemente; en mi familia que estaba ahora reunida por una intención; en las personas que, sea o no su encargo, nos sirven; en la pobre y anciana señora a quien saludé en el camino y le ofrecí una sonrisa —ella me lo agradeció efusivamente—; en…, en fin…
     ¡Si nos diéramos cuenta que por medio de todo y de todos nos habla Dios!
     ¡Dios no se equivoca! Es lo que estuve pensando hoy, meditando sobre la vocación y elección de Matías, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia.

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