sábado, 25 de febrero de 2012

Nada queda sin recompensa


     Así como hay muchos necesitados en el mundo, así también hay muchas personas que ayudan: nos necesitamos mutuamente. Por esta vía va el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de este año: la atención al otro a través de la caridad.
     La Iglesia, en lo visible, es como una gran institución que promueve la ayuda a los más necesitados; pero es algo más: busca el bien integral de la persona, pretende que los hombres, conociendo a Dios y amándole, puedan encontrar el sentido de su vida y la felicidad.
     Por estar metido en este “mundo” de la Iglesia, frecuentemente palpo la realidad de gente desinteresada que ayuda a los demás sin esperar recompensa, a semejanza de como lo hizo nuestro Señor. De pequeño aprendí a pedir en mis oraciones por los bienhechores, sin saber el sentido del término. Ahora lo entiendo y agradezco a Dios por aquella oración de la inocente infancia.
     Pienso en tanta gente que, sin conocer a los destinatarios, ofrecen su ayuda espiritual y material a tantas personas necesitadas. Desde luego que Dios, como buen y exacto contador, lleva cuenta de cada acto en favor de los otros, y aseguró que no quedaría sin recompensa.
     Viene este pensamiento a propósito de una visita que hemos recibido en el Seminario, entre ayer y hoy, la de una delegación de la Diócesis de Rottenburg-Stuttgart, Alemania, que nos ha ayudado durante tantos años –según recordaban ellos, desde los años 70 que ayudan a nuestra Diócesis-.
     La institución del Seminario suele ser deficitaria, pues no “produce”, sólo consume. De ahí que siempre cueste sacar adelante un Seminario por el gasto que supone. Pero allí se ve también la mano de la Providencia, que no desampara. Nunca se nada en la abundancia ni ha sobrado nada –y eso lo sabe el actual ecónomo, pero también el P. Luis, anterior ecónomo lo ha visto palpable-, pero no ha faltado lo necesario.
     Pero también hay tantos que, en la imposibilidad de ayudar económicamente, ofrecen sus oraciones y sacrificios por las vocaciones y los seminarios, pues esto no es una empresa meramente humana sino una gran labor divina.
     Dios bendiga a los feligreses de la Diócesis de Rottenburg-Stuttgart y a sus representantes, Dios bendiga a todos los que, desde su regularmente escasa situación económica, ayudan a la formación de los sacerdotes. Dios bendiga a todos los que colaboran de tantas formas al Seminario, especialmente en lo espiritual.

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