Del evangelio de la Misa de hoy:
Herodes, por
su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente
principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a
Herodes y a los convidados. El rey dijo a la joven: pídeme lo que quieras, que
te lo doy (Mc 6, 14-29).
Jesús, ¡menuda fiestita de cumpleaños! Acabó fatal, como en
la película Un cadáver a los postres.
Qué contraste: el
mayor nacido de mujer, un hombre justo y santo, va a morir para satisfacer el
capricho de otro hombre ridículo, lleno de vacío, supersticioso, cruel e
impuro. Seguramente Herodes estaría bebido: solo coger el punto, diría. La mezcla del alcohol y sexo tiene
consecuencias imprevisibles: violencia, egoísmo, aborto, dolor. ¿No seré yo
también con mi presencia y mi silencio cómplice de tanto asesinato?
► Que
no me olvide de los pecados de omisión: el que calla otorga.
Quiero que
ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista (…) Lo
decapitó en la cárcel, trajo la ca-beza en una bandeja y se lo entregó a la
joven (Mc 6,14-29).
Jesús, aquella adolescente alocada perdió la cabeza y
pidió la cabeza de San Juan Bautista, como podía haber pedido un caballo, un
perrito o un anillo. ¡Menudo pavo tenía la criatura! Quizá pensaba que era un
artista. Y, ¿qué tiene de malo danzar? No era del todo consciente que con su
forma de bailar, y de vestir inflamó las pasiones de Herodes. Y yo, ¿soy
consciente?
►Mi
forma de vestir, bailar, hablar, puede ser causa de que otros pequen. Propósito:
no perder la cabeza.
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