sábado, 4 de agosto de 2012

En la fiesta del Santo Cura de Ars


     Hace algunas semanas, una religiosa, en el aniversario de mi ordenación, me dijo: “ésta es la oración que todos los días ofrezco por usted”. Tengo delante ahora la oración. Me consuela y me alienta en la lucha por la fidelidad sacerdotal de todos los días.
    Hoy celebramos en la Iglesia la fiesta del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney (1986-1959), patrono de los sacerdotes y de los párrocos. Hoy es un día especial para mí –y les invito que lo sea para ustedes- para rezar por la santidad de los sacerdotes. Si el sacerdote de la parroquia es santo, la parroquia lo será también en buena medida. Sin embargo, me da pena reconocerlo, no en pocas ocasiones se tiene en poca estima la palabra “santidad” y la lucha por conseguirla, incluso por parte de sacerdotes.
     Les ruego, pues, una oración por este pobre sacerdote y por los de todo el mundo, porque gran tesoro y responsabilidad ha puesto Dios en nuestras manos y el mundo nos necesita plenamente sacerdotes, según el Corazón de Cristo.
     La primera oración es la del Santo Cura de Ars, la que se rezó más frecuente durante el Año Sacerdotal. La segunda, una oración que pueden rezar ustedes, cuando puedan.
Oración del Santo Cura de Ars
     Te amo, Oh mi Dios,
y mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
     Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
     Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
porque allí nunca tendría la dulce consolación de tu amor.
     Oh mi Dios,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
     Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera
     No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
final aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
     Amén.

Oración por los sacerdotes
     Oh, Dios eterno y omnipotente, mira el rostro de tu Cristo, y por amor a Él, que es el Sumo Sacerdote eterno, ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda Dios misericordiosísimo, que no son sino unos seres humanos, débiles, frágiles. Renueva en ellos la gracia que han recibido por la imposición de las manos del Obispo. Guárdalos cerca de Ti, para que el enemigo no prevalezca contra ellos; a fin de que nunca hagan nada que desdiga en punto alguno de su sublime vocación.
     Oh, Jesús, a Tí ruego por tus sacerdotes infieles y tibios; por tus sacerdotes que laboran en casa o fuera en campo de misión; por tus sacerdotes jóvenes; por tus sacerdotes enfermos; por tus sacerdotes en el purgatorio.
     Pero sobre todo te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos; al sacerdote que me bautizó; a los sacerdotes que me absolvieron de mis pecados; a los sacerdotes cuya Misas asistí, y que me dieron tu cuerpo y tu Sangre en la Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron y me instruyeron o me animaron y me ayudaron; a los sacerdotes a quienes debo algo en cualquier otro modo, especialmente…
     Oh Jesús guárdalos a todos cerca de tu Corazón y bendícelos copiosamente, así en el tiempo como en la eternidad. Amén.

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