"La Gloria de los Santos" de G. B. Ricci. |
El día Viernes suele ser bastante movido
para mí, debido a las clases que me toca dar y otros encargos. En este día me
toca explicar la clase de Escatología a los que van más avanzados en los
estudios de teología, todo lo que se refiere a la vida que está más allá de lo
terreno.
Hoy me tocó explicar sobre la resurrección
de los muertos, verdad de la fe que en la Iglesia nunca ha sido puesto en duda
seriamente, aunque para los que no comparten nuestra fe sencillamente es
insostenible –recordemos el pasaje de Hch 17,32-.
En los Padres de la Iglesia (grandes
pastores en los primeros siglos de la Iglesia) hay dos posturas frecuentes: la
de los que ponen énfasis en el modo y las características del cuerpo glorioso
del resucitado (San Ireneo y Tertuliano) y la de los que ponen énfasis en el
papel del alma para “informar” su propio cuerpo en la resurrección (Orígenes y
San Gregorio de Nisa), es decir, por la vía de la “espiritualización”. San
Agustín, entre otros, propone el equilibrio entre las dos posturas.
El asunto está en que, al hablar de este
tema, se le da mucha importancia al tema de cómo será la resurrección de los
muertos, y no tanto en lo que “sucede” con la resurrección, es decir, la unión
perfecta con Dios del resucitado, de su alma y de su cuerpo glorioso. De ahí
que el tema pueda suscitar cierto repelús en nosotros. Lejos de eso. Más bien
nos recuerda que buscamos la bienaventuranza y a ella tiende nuestra búsqueda.
¿Quieres llegar al cielo? Es obvia la
respuesta...
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