sábado, 22 de diciembre de 2012

Les comparto este artículo de Louis de Wohl: "¡Mi querido agnóstico!"


        Muchas veces me he preguntado si usted seguiría llamándose a sí mismo agnóstico, si supiera que esa palabra no quiere decir otra cosa que ‘ignorante’. Quizás... con una discreta alusión al sabio Sócrates, que también declaró que sabía que no sabía nada. Pero muchos de vosotros se llaman a sí mismos agnósticos sin haber oído jamás hablar de Sócrates. La fórmula básica de vuestro pensamiento viene a ser así: “No tengo suficientes pruebas ni de que existe Dios, ni de que no existe. Por tanto no puedo declararme ni creyente, ni ateo”.
        Esto estaría muy bien si usted no se conformara con ello. Pero eso es precisamente lo que hace la mayoría de ustedes. Y no correrían ustedes ese riesgo en ninguna otra actividad humana. Si el señor A le asegurara que a una hora de distancia de ferrocarril alguien esperaba su visita para entregarle quinientas mil pesetas y el señor B le dijera que eso no puede ser verdad, ¿se quedaría usted tan tranquilo sin hacer nada (siempre en el supuesto de que tanto el señor A como el señor B sean personas igualmente dignas de confianza)? ¿No intentaría usted por lo menos informarse? No deja uno de lado sin más quinientas mil pesetas. Pero a Dios sí se le deja de lado.
        Del ateo que está honradamente convencido de que no hay Dios, no puede esperarse que continúe buscando. Pero el agnóstico no se lo puede permitir. Mientras admita que quizás sí pudiera existir Dios, tendrá que buscar. Si no lo hace, si permanece en su ignorancia con un encogimiento de hombros, no hará más que demostrar su total indiferencia por el problema. No es ni ‘ardiente’ como el creyente, ni ‘frío’ como el ateo: es tibio; y de los tibios dice el Espíritu Santo, en el Apocalipsis, la espantosa frase de que “Dios los vomitará de su boca”.
        Y la búsqueda deberá ser honrada. No sirve ‘convencerse’ de la no existencia de Dios, dejándose servir un par de slogans más o menos plausibles. ¡Quien busca honradamente, halla!
        Ser agnóstico puede aceptarse. Pero continuar siéndolo..., eso sólo puede llevar a la perdición.

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