Ayer,
ayudando en una parroquia de la Diócesis, me tocó que bendecir la corona
parroquial de Adviento y encender la primera vela, además de bendecir algunas
que serán para la piedad personal y familiar.
Hoy,
estando de vuelta en el Seminario, dediqué un buen rato a elaborar la Corona de
Adviento para la capilla. He ido a escoger unas preciosas ramas de los cipreses
que tenemos en nuestros jardines, unas ramas tiernas, verdes y olorosas.
Las
indicaciones prescriben que sean ramas verdes de árboles del bosque. O sea que
pueden ser de cualquier árbol ―eso creo... ―
No es necesario que las velas sean de
distintos colores, pues lo que pretenden es alumbrar, que la luz que
desprendan, semana con semana, sea mayor, a medida que se acerque la Navidad.
Tampoco es necesario poner una quinta vela en el centro, como algunos
acostumbran, porque las cuatro velas representan las cuatro semanas de
Adviento; cuando se encendería la quinta, ya sería la Navidad, y ya no sería
una corona de “Adviento”.
Es mejor si no le ponen adornos propios de
Navidad, pues no vienen al caso.
En fin, hoy, celebrando la Santa Misa, he bendecido nuestra Corona de Adviento y he encendido su primera vela.
Las ramas verdes me recuerdan, como indica
la oración de bendición, la vida y la esperanza. Las velas, me recuerdan la luz
de Cristo, que está por venir.
Si puedes, pon también una Corona de
Adviento en tu casa, que te ayudará a prepararte para la venida del Salvador.
¡No adelantes la Navidad, que cuando llegues al 25 de diciembre, ya estarás hastiado!
¿Y el P. Tomás Bartolomín? ¿No ha llegado aún por esos lugares?
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