domingo, 3 de octubre de 2010

"Señor, auméntanos la fe"

          Una oración preciosa que al Señor agrada, como todas las que se dicen, además de con los labios, con el corazón. Hay tantas otras que podemos tomar del evangelio: “Le dice la mujer: Señor, dame de esa agua” (Jn 4,15); “Señor, ¿Dónde a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68); “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero” (Jn 21,17).
          Éstas son pequeñas oraciones (jaculatorias) dirigidas a Dios. Pero también puedes tomar cualquier palabra del Evangelio, o de toda la Palabra de Dios, para considerarlas y tratar de entenderlas; así, te conducirá a la oración: “Jesús le dice [a la samaritana]: dame de beber” (Jn 4,7); “luego dice al discípulo: ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27); “Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz para que no sean censuradas sus obras” (Jn 3,20)…
          Además, si no te ayudan éstas, puedes “inventarte” tus propias oraciones. Tantos lo han hecho: “Jesusito de mi vida”, “María, Madre mía, sálvame”, “Jesús, en ti confío”, “Jesús, que yo haga lo que quieras tú”…
          Pero, una cosa clave es repetir alguna o algunas muchas veces al día, tantas como el amor nos dicte, y aún más… Así es como alcanzaremos a atender el consejo-mandato de San Pablo: Sine intermissione orate (“orad sin interrupción” 1Ts 5,17).
          Algo de bibliografía para el que quiera: Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, nn. 295-296. Puedes leerlo pinchando aquí.

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