En el evangelio de la Misa de este
Domingo, el Señor compara el Reino de Dios a una semilla (cfr. Mc 4,26-34). Esta
semilla –el Reino de Dios- tiene una potencia prodigiosa, irresistible,
misteriosa.
La nueva evangelización no depende del
mayor o menor esfuerzo del hombre, porque “la semilla germina y va creciendo,
sin que él (el hombre) sepa cómo”. Ciertamente, esta nueva evangelización
necesita buenos instrumentos, pero Dios hace lo suyo, que es lo más importante
e imprescindible.
Si el hombre hace su parte –todo “lo que
está de su parte”-, no nos preocupemos de más, confiemos porque Dios hará el
resto, que es siempre más eficaz.
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