martes, 25 de febrero de 2014

Hoy todo ha salido perfecto

     Este día, como todos, ha estado lleno de tantas ocupaciones; la lucha ha sido la de intentar cumplir nuestro trabajo. Este trabajo ha sido diverso: piedad, preparar clases, viaje, clases, encargos que cumplir...
     Para la mañana tenía el plan hecho de tal manera que me “sobraba” tiempo para preparar bien mis clases de la tarde. Pero, nunca faltan los imprevistos. Hoy he tenido alegres y reconfortantes imprevistos la visita de amigos, a quienes les he dedicado tiempo que no había planeado. Desde luego que no me arrepiento de haberlo empleado en ellos. Al final, el tiempo del trabajo intelectual se redujo un tanto, para el pesar del mejor rendimiento académico.
     Por la tarde di las clases que había tratado de pulir ―menos de lo que quería, decía―; gracias a Dios, me parece que de manera provechosa.
     Después de las clases intenté cumplir con unos encargos, pero todo me salió mal; entre prisas y resultados negativos, parecía que lo bueno que había sucedido durante el día se iba a ir al garete.
     Pero, haciendo “teología en el carro” (mejor: intentando tener presente a Dios mientras regresaba de mis gestiones “fallidas”), me di cuenta que Dios conocía lo que me había sucedido, que había puesto yo lo mejor de mi disposición mientras pensaba en él y que..., ¡no pasaba nada!
     Entonces me recordé del punto de Forja (199) en donde San Josemaría escribe:
     Si eres fiel, podrás llamarte vencedor.
     —En tu vida, aunque pierdas algunos combates, no conocerás derrotas. No existen fracasos —convéncete—, si obras con rectitud de intención y con afán de cumplir la Voluntad de Dios.

     —Entonces, con éxito o sin éxito, triunfarás siempre, porque habrás hecho el trabajo con Amor.
     Claro, lo que no salió perfecto hoy son mis "meteduras de pata", es decir, mis pecados...
Más bien, todo es perfecto cuando se hace con amor, con amor a Dios.

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