lunes, 24 de febrero de 2014

Una nueva experiencia de profesor

La bella iglesia colonial de Concepción, Sololá.
     El hecho, descrito escuetamente, es éste: di una clase en kaqchikel sobre el Pentateuco. Sucedió en Concepción, un pueblo eminentemente kaqchikel, en donde celebro con frecuencia la Santa Misa y predico en esta lengua.
     Es sabido que en la actualidad, las lenguas mayas ya no son habladas con pureza como antiguamente; aunque sea mi lengua materna, ya no la hablo como mis padres ni mi abuelo, por lo que tengo que apañármelas para hacerlo en la predicación del domingo.
     Aunque maneje con cierta soltura el contenido (Pentateuco), nunca había tenido ni la oportunidad ni la ocasión para dar una clase en lengua kaqchikel. De hecho, al comenzar me disculpé alegando que, al haber muchos términos técnicos, prefería hacerlo en castellano para desenvolverme con soltura.
     Gracias a Dios la lengua se me destrabó un tanto y, casi sin darme cuenta, seguí la exposición como comencé, en lengua aborigen.
     Eran en total 23 “alumnos”, entre 15 y 65 años de edad, más o menos, con escasa o nula instrucción académica... Tenía preparada unas 45 diapositivas; sólo pude explicar unas 5... Quizá abusé un poco de la paciencia de mis afanosos alumnos, pero me encantó mucho su atenta escucha. Si han preguntado, como lo han hecho, es que llevaban el hilo de la exposición claro, los que podían.
     En fin, hoy también fue “Pentecostés”, obligamos al Espíritu Santo a seguir soplando ―aunque sé que lo hace de buen grado―...

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