miércoles, 19 de febrero de 2014

Teología en el carro (I)


     Hoy ha sido un día de viaje, como ayer. Cuando viajo, me ayudo de unas grabaciones para rezar un poco. Mientras rezaba el Rosario, me topé con la verdad de la Asunción de la Virgen, en el cuarto misterio glorioso. Para consideración de este misterio, escuché la voz del Papa Pío XII pronunciando el dogma de la Asunción de la Virgen, un dogma mariano proclamado en 1950.
     En otra ocasión, en clases, proponía a los alumnos la consideración de que para formar parte de la Iglesia, para que un católico se salve, hace falta que crea todo lo que propone la Iglesia como dogma de fe. Pero, ¿qué “tipo de fe” tenemos en la Asunción de la Virgen, lo mismo que cabe decirse de cualquier dogma? En estas consideraciones siguientes obviamos la fe como don de Dios.
     Sabemos que la fe no es un sentimiento: no cabe decir que hoy estoy “de buenas” y no me cuesta creer. Tampoco es una idea, una adhesión meramente intelectual que me convence de que “lo entiendo”, aunque un misterio tal no cabe abarcarlo, ni en esta vida ni en la otra.
     Entonces, ¿qué tipo de fe es la que debemos tener? Me parece que es la adhesión del amor... Alguien que ama, y quiere crecer en este amor, creerá en Dios y en lo que le enseñan sobre Él.
     Qué bueno que hubiera una adhesión intelectual buscar entender lo que podamos del Misterio―, pero es algo más. Lo encontré bien descrito por un comentario de la Sagrada Escritura: “La fe es un acto por el cual el hombre se entrega a Dios, verdad y bondad, como a la única fuente de salvación” (Biblia de Jerusalén, comentario a Rm 1,16).
     Perdón por estos desvaríos de la noche; quizá ayude a alguno. O, quizá, en el menos peor de los casos, quizá ayude a alguno a conciliar el sueño...
Mientras conduzco, a veces debo recurrir a la técnica de estos jóvenes: gritar como loco con la música para no dormirme.

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