Queridos hermanos,
'¡Buon
giorno!'
El evangelio de este domingo es parte del
llamado “discurso de la montaña”, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el
tema es la actitud de Jesús ante las leyes judías. Él afirma: “No crean que yo
haya venido para abolir la ley o los profetas; no vine a abolirla pero a darle
pleno cumplimiento”.
Jesús
por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio
de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade
que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una
observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra
justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el
reino de los cielos”.
Pero,
¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta
justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús
era práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.
Compara
la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del
decálogo: “Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”,
… Pero yo les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser
sujetado a juicio”. ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras
pueden asesinar! Cuando se dice de una persona que tiene la lengua de
víbora significa que sus palabras asesinan. Por lo tanto, no solamente hay
que evitar atentar contra la vida del prójimo, pero ni siquiera volcarle el
veneno de la ira, ni golpearlo con la calumnia y ni siquiera hablar mal de él.
Llegamos
a los chismes, los chismeríos pueden también asesinar la reputación de las
personas. Al inicio puede parecer algo divertido, como un caramelo, pero al
final nos llena el corazón de amargura y nos mata también a
nosotros. Estoy convencido que si cada uno de nosotros hace el propósito
de evitar los chismes, se volvería santo. Es un hermoso camino. ¿Queremos ser
santos?, o ¿queremos aferrarnos a los chismes como costumbre? ¿Sí o no?
Entonces, nunca hay que hacer chismes.
Jesús
propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es
la de no tener medida: de ir más allá de cualquier cálculo. El amor al prójimo
es una actitud de tal manera frontal que Jesús llega a afirmar que nuestra
relación con Dios no puede ser sincera si no queremos entablar paz con nuestro
prójimo.
Y dice
así: “Si por lo tanto su presentas tu oferta al altar y allí te recuerdas que
tu hermano tiene algo en contra de ti, deja allí tu don delante del altar, y ve
antes a reconciliarte con tu hermano”. Por ello estamos llamados a
reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al
Señor con la oración.
De todo
esto se entiende que Jesús no da importancia simplemente a la observancia de la
disciplina y de la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando
sobre todo en la intención y por lo tanto al corazón del hombre, desde donde
nacen todas nuestras acciones, buenas o malvadas.
Para
obtener comportamientos buenos y honestos no son suficientes las normas
jurídicas, sino que es necesario tener motivaciones profundas, expresión de una
sabiduría escondida: la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al
Espíritu Santo. Y nosotros a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a
la acción del Espíritu, que nos vuelve capaces de vivir el amor Divino.
A la
luz de esta enseñanza, cada precepto revela su pleno significado como exigencia
de amor, y todos se unen en el mandamiento más grande: ama a Dios con todo tu
corazón y ama al prójimo como a ti mismo.
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